En tiempos donde la economía viene complicada, un toque de optimismo refresca. Por eso, hoy sigo en la línea de la buena onda, de los elogios.
Antes de continuar, una aclaración: soy bonista. Me tocan las generales (o las almirantes) de la ley. Voy a escribir sobre un conjunto de personas que me incluye: el de aquellos (y aquellas) que compramos (y vendemos) bonos (1).
Un bono es un instrumento de deuda, que puede ser emitido por un estado o una empresa. Representa un activo para quien lo posee y una deuda del que lo emitió. Hablamos de Títulos Públicos, cuando el emisor es un Estado (el argentino o la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo) y de Obligaciones Negociables (ON), cuando el deudor es una compañía (como Cuchuflito SA o Pindonga SA).
Otra vez: los bonos financian a estados y empresas. Y permiten, por ejemplo:
-financiar obras públicas (hospitales, escuelas, rutas);
-financiar el déficit fiscal (de un estado);
-financiar inversión privada (pozos petroleros, fábricas, centrales eléctricas).
¿Hace falta aclarar que, en lo anterior, hay fuentes de trabajo involucradas? ¿Hace falta decir que las obras incrementan el capital físico de una nación?
Las inversiones a largo plazo deben ser financiadas con recursos a largo plazo. No sería sano, desde lo financiero, financiar una fábrica nueva con un crédito a 90 días. Para no extenderme, un solo apunte sobre esto: hay que darle tiempo al negocio para repagar el préstamo.
Como fuentes de largo plazo para las empresas aparecen los créditos bancarios (de largo plazo), los bonos (las ON), los aportes de capital y los fondos autogenerados (que surgen de las ganancias de la compañía).
Si no existieran los bonos (y los bonistas), las empresas tendrían una fuente menos de financiamiento y habría menos inversiones. Y menos trabajo. Y un futuro menos brillante (para decirlo en forma elegante). Así de simple.
Si no existieran los bonos (y los bonistas), los estados carecerían de una fuente importante para financiarse.
Y piensen, por favor que, si un estado va a hacer una obra que aprovecharemos por muchos años, no es justo que la paguemos (solo) quienes hoy somos contribuyentes. El bono será repagado en el tiempo, con impuestos futuros, por los contribuyentes de esos momentos.
¿Los bonistas queremos ganar dinero? Sí.
¿Ganamos siempre? No.
¿Por qué? Los bonos son, en general, una inversión riesgosa.
¿Y entonces? Con confianza, alguna vez, tendremos en Argentina un mercado de capitales importante.
Con confianza, habrá más gente que se anime a sacar sus ahorros de las cajas de seguridad y/o colchones y a invertirlo.
Con confianza, tendremos un país donde las voces oficiales no insinúen que el que invierte en bonos (o acciones) es (casi) un enemigo del pueblo.
En un país normal, un artículo como este no sería necesario.
Hasta la próxima.
(1) Si querés ampliar sobre bonos, te recomiendo un posteo y un libro.