El precio del dólar es el más importante en nuestra economía (la argentina, aclaro por las dudas). Un aumento brusco puede desestabilizar ministros y/o presidentes. En un año electoral, el gobierno se ha propuesto que el dólar no le dé dolores de cabeza. Por lo menos, antes de las elecciones (después “ya veremos”).
Una suba del precio de la divisa norteamericana se traslada parcialmente a precios locales (más allá de si tienen componentes importados o no), por una “sensación de mayor inflación” (¡Gracias Aníbal!).
Devaluaciones hay todos los días (hábiles). Lo que quiere evitar el gobierno es un salto pronunciado.
El Banco Central de la República Argentina (BCRA) ha empezado a reducir el ritmo de devaluación, como forma de moderar las expectativas inflacionarias. No será gratis. La devaluación que no hagan hoy, deberán hacerla mañana (o se las forzará el mercado).
Durante 2020, BCRA vino aumentando la cotización del dólar oficial en línea con la inflación. Durante el último año, la cotización del dólar oficial subió un 40%, mientras que el Índice de Precios al Consumidor (IPC), que publica el INDEC, aumentó un 36%. En enero tuvimos 4% de aumento de costo de vida y 3,8% de devaluación del dólar oficial.
Pero en febrero, una nueva vida comienza…. En los primeros doce días devaluaron a un ritmo del 3,3% mensual.
¿Está barato el dólar oficial? Los funcionarios afirman que no. Y el mercado dice que sí. Hoy el tango diría “¿dónde hay un dólar a precio oficial, Martín Guzmán?”. Y el ministro de Economía nos mandaría a pedirle al presidente del BCRA, Miguel Pesce. En cualquier caso, no lo conseguiríamos. Como no lo consiguen importadores (salvo aquellos que pueden convencer a los funcionarios de que sus importaciones son más esenciales que la palabra de Cristina) o ahorristas (salvo quienes pueden acceder al privilegio de adquirir 200 mensuales con el recargo correspondiente).
En otras palabras: el mercado dice que el dólar oficial está barato. Y lo atrasarán más.
La brecha y sus consecuencias
El precio del dólar se presenta, en nuestro país, en varios formatos: oficial, blue, contado con liquidación (CCL), MEP, soja, etc. ¿Cuál es la primera consecuencia de estos formatos? Hay (casi) un dólar para cada tipo de operación.
La existencia de estas variantes nos obliga, además, a medir la “brecha”, es decir el porcentaje de desvío que hay entre un dólar determinado y el oficial.
¿De qué valor es la brecha? Si consideramos el CCL (dejando de lado al blue, por ilegal), al momento de publicar esta nota (12 de febrero de 2021) es del 70%. En otras palabras: el CCL es un 70% más caro que el oficial.
¿Qué genera una brecha alta? En el mejor de los casos, una economía mediocre. ¿Por qué? Te menciono (solo) cinco consecuencias de esta política:
– una expectativa de (mayor) devaluación latente;
-falta de productos e insumos, que no se pueden importar porque BCRA no le da los dólares a los importadores;
-incentivo a “exportar por afuera” (ilegal, obvio), vendiendo la soja (o lo que sea) vía Paraguay (u otro país);
-incentivo a sobornar funcionarios para que permitan importar lo que sea, pero a dólar oficial;
-precios de productos con dólar implícito mayor que el oficial (pensando en el costo de reposición).
No estoy afirmando que en Argentina haya exportaciones blue o se sobornen funcionarios. Casi con seguridad, nada de esto ocurre hoy en nuestro país dada la probada eficiencia y honestidad de Estado y funcionarios, respectivamente.
Cierre (no devaluado)
¿Y entonces? El freno a la devaluación del dólar oficial es probable que se refleje en una brecha mayor. Y menor devaluación hoy es mayor ajuste para mañana.
Mientras leés este posteo te podrías preguntar, ¿podrías haber escrito algo parecido a lo del dólar con las tarifas? Sí.
¿Y entonces? Menor aumento hoy, mayor ajuste para mañana.
Y todo esto, en un contexto de gran desconfianza. Por algo un bono del estado argentino rinde un 19% en dólares.
Hasta la próxima.