Anduvimos unos días por España con María, mi compañera de vida. La pasamos bárbaro gracias al afecto y hospitalidad de quienes nos recibieron: Male, Diego y Euge en las afueras de Madrid y Lourdes y Suso en Palmou (Galicia).
Ya casi cerrando la visita, el lunes 24 de junio, andaba dando vueltas por la zona de Puerta del Sol en Madrid cuando vi un cartel que me llamó la atención: una casa de cambio promocionaba la compra de euros con pesos argentinos.
Temeroso, me acerqué a preguntar el tipo de cambio: $ 63 de los nuestros para que me dieran un euro. En ese momento, en Argentina, podías conseguir un euro por $ 51. Se toman un margen adicional quienes manipulan pesos argentinos. Deben considerarlos riesgosos.
¿Hace falta decir que la operación de cambiar 1 euro por alrededor de 60 pesos no era posible? ¿Hace falta decir que con otras monedas las operaciones son factibles con spreads (diferencias entre precios de venta y compra) “normales”? ¿Hace falta decir que la casa de cambio no se propone discriminar a nuestra moneda? ¿Hace falta decir que el problema es nuestro? Respuesta a cada una de las preguntas: supongo que no.
Adolfo Rodríguez Saá, destacado político argentino (ex gobernador, ex presidente y actualmente senador), ratificó hace poco su condición de lúcido analista de la realidad afirmando que “hoy es viernes y el cuerpo lo sabe”. Tomaré prestada la sofisticada estructura de pensamiento de quien declaró, en diciembre del 2001, el default de la deuda argentina, e intentaré adaptarla al caso que nos ocupa.
En Argentina no tenemos moneda. Y el mundo lo sabe.