Hoy, la economía argentina tiene una urgencia: resolver la refinanciación (o reperfilamiento) de las deudas de nuestro país. Y a este tema lo podríamos dividir en dos capítulos, según el acreedor: lo que le debemos al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a los bonistas. En este posteo nos vamos a ocupar del primero de ellos; a los bonistas los dejamos para uno próximo.
Los últimos días hubo avances importantes en lo que tiene que ver con el FMI. Alberto consiguió apoyo directo del Papa, de Macron (Francia), de Sánchez (España) e indirecto de Donald (Estados Unidos, el jugador más importante). Y nuestro ministro de Economía, Guzmán, se vio, en un encuentro promovido por Francisco con la Directora del Fondo, la Sra Georgieva, donde coincidieron en que la economía “tiene que estar al servicio de los pueblos”.
Veníamos bien con el FMI, que esta semana enviará una delegación a Buenos Aires. Y como si eso fuera poco, el mismo organismo tiene un interés especial porque no se desmadre (o despadre) la negociación con Argentina: nuestro país representa el 47% de su cartera de créditos, según sus estados contables al 31/10/2019. ¿Cuántos le debemos al FMI? Unos 44 mil millones de usd.
Veníamos bien, hasta que habló Cristina. La vicepresidenta pidió una “quita sustancial” de la deuda de nuestro país con el FMI. En el Fondo, sorpresa por las declaraciones de la ex presidenta. El FMI nos presta a una tasa (alrededor del 4% anual), sensiblemente inferior a las de nuestros bonos en dólares (digamos un 8% anual).
El FMI puede manejar con relativa facilidad mayores plazos, pero no una quita. Una quita del 10% implicaría reconocer una pérdida de 4,4 miles de millones de usd, con el consiguiente impacto negativo en su Estado de Resultados. El organismo viene con un resultado negativo (hasta el 31/10/2019) en el ejercicio que cerrará el 30 de abril de este año. ¡Con nuestras ganancias, no! Le diría Sarlo a Barone, o Georgieva a Guzmán.
Aunque los vencimientos más importantes de nuestra deuda con el IMF (FMI, según sus siglas en inglés) no caen en el 2020, es lógico ir despejando el terreno. A cambio de esos mayores plazos nos pedirán una prueba de amor. ¿Cómo? Que demostremos la sostenibilidad de la deuda, solvencia fiscal y compromiso por hacer bien los deberes.
Volviendo a nuestro país, ¿a quién le habló la vicepresidenta cuando pidió la quita? ¿Al FMI? ¿O a Alberto para subirle la vara de la negociación, con una meta de casi imposible cumplimiento?
Cristina, con ese pedido, ¿jugó coordinadamente con Alberto y Guzmán o “se mandó sola”?
En el fondo, es lo que hay que saber. Para entender si Alberto ejerce el poder con las tensiones lógicas a las que está expuesto un presidente o tiene, además, una cuota de estrés extra por no saber cómo actuará su vice.
Hasta la próxima.