Juana Pérez, jubilada en junio de 2021, cobraba, a diciembre de ese año, una jubilación de $ 100.000 mensuales en la mano (o en el banco). Ella había escuchado al presidente Alberto Fernández decir, durante la campaña electoral del 2019, que iba a cuidar a los jubilados. Incluso recordaba frases del entonces candidato, sobre cómo utilizaría los intereses de las Leliqs que iba a dejar de pagarles a los bancos, para mejorar el ingreso de “abuelos y abuelas”. Solo le preocupaba a Juana que ella no era abuela, pero entendió que Alberto solía utilizar lenguaje metafórico.
A Juana le aumentaron la jubilación en marzo (un 12,28%) y en junio (un 15%). Y ayer (10 de agosto de 2022) escuchó por televisión a Sergio Massa, ministro de Economía, y Fernanda Raverta, titular de la ANSES, anunciando un aumento del 15,53% para todas las jubilaciones, a partir de septiembre 2022.
En ese mismo acto, también informaron del otorgamiento de un bono, a cobrar entre septiembre y noviembre (de este año, por suerte), para los jubilados y pensionados que perciben hasta dos jubilaciones mínimas. Eso no era para ella. Seguramente, el gobierno entendía que un ingreso como el suyo no necesitaba del refuerzo.
Al día siguiente de la buena noticia del aumento (así la presentaron Fernanda y Sergio), el INDEC dio a conocer el IPC (índice de precios al consumidor) de julio. El aumento de precios (inflación minorista, nivel nacional) fue del 7,4% en el mes. Y la inflación acumulada entre el 1/1/2022 y el 31/7/2022, 46,2%.
No quedó claro en qué momento tomó la decisión, pero Juana decidió buscar una calculadora. Y hacer cuentas. Quería saber si el aumento de jubilación era real.
Lo primero que hizo fue mirar números viejos. El aumento de su jubilación (sin bonos ni adicionales por ser “alta”), entre el 1/1/22 y el 30/6/22, había sido de 29,1%. Y la inflación en ese período, del 36,2%. En el primer semestre del 2022 había perdido más del 5% de poder adquisitivo. El aumento era solo nominal. En términos de poder de compra, estaba peor.
En ese momento se preguntó, ¿por qué los diarios no titularon que muchas jubilaciones bajaron 5,2% en el semestre?
Respiró hondo. Y tomó de nuevo la calculadora. E hizo una proyección al 30/9/22, momento en que cobraría el “aumento” de septiembre.
El incremento de su ingreso habrá sido, entre el 1/1 y el 30/9 de este año, del 49,2%. Y con proyecciones optimistas de inflación para agosto y septiembre (estimó un 5% mensual en cada caso), la inflación en los nueve meses llegaría al 61%.
Volvió a mirar los números. Seguiría perdiendo poder de compra. Al 30/9 estará peor que al 30/6.
La calculadora (o ella) habló y dijo: “a este ritmo (el de enero – septiembre de 2022), en un año habrás perdido un 10% de tu poder adquisitivo, en dos años un 18% y en tres años un 26%”.
Ahí, según me contó, fue cuando decidió llamarme. Me preguntó si su análisis era correcto y completo.
Le dije que sí y que no. Que los números estaban bien. Pero que no había considerado todas las pérdidas.
La idea es sencilla: si cada tres meses te “empataran contra la inflación”, igualando tus ingresos con el aumento del IPC del período, igual habrás perdido. Porque el aumento de precios no se habrá producido todo en el último segundo del último mes del trimestre, sino que se fue dando pasito a pasito (o paso a paso) (1).
Le pregunté si le calculaba esa pérdida. Me respondió que no. Que si quería, le enviara los números a Cristina, Sergio y Alberto.
Juana Pérez, tal como la describí en el posteo, no existe. Pero historias, números y realidades como las de ella, hay a montones. Y son ciertas. Una pena por las Juanas. Y los Juanes. Y por Argentina.
Hasta la próxima.
(1)
La ficción de Juana fue un fiel reflejo de la realidad que nos abarca a todos. Muy clara explicación Carlos, como de costumbre. Un abrazo!!
Gracias Luis! Abrazo